Bajo el influjo del cometa

Jon Bilbao, Bajo el influjo del cometa. Ed. Salto de Página, 2010.

Este libro de cuentos es la elección de noviembre en la tertulia de la Biblioteca de Noáin, a la que tengo la suerte de acudir ocasionalmente como dinamizador.

Ocho piezas breves que recuerdan a norteamericanos del siglo XX como Carver y lanzan un mensaje común: la distopía somos nosotros, el futuro más negativo es la realidad en que vivimos hoy.

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Conectando puntos

Lamberto Maffei (Alabanza de la lentitud, 2014) comparte con otros intelectuales italianos una fuerte preocupación por  el cada vez mayor dominio -ya casi una dictadura- de lo digital en el nuevo imaginario de la sociedad.

Como él, Nuccio Ordine (La utilidad de lo inútil, 2013), Roberto Casati (Elogio del papel. Contra el colonialismo digital, 2013) y Pier Vittolio Aureli (Menos es suficiente, 2013) han visto recientemente publicados en España ensayos breves. Los cuatro se caracterizan por una visión amplia de la cultura y el conocimiento; usan una inteligente combinación de saberes técnicos y argumentos humanistas, de arte y de ciencia, para desvelar los peligros a los que estamos abocados si no somos críticos con el discurso que alienta el consumo permanente, ensalza solo lo instrumental y denigra cualquier forma de pensamiento libre.

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Cómplices

Es difícil, para quien no vive en el Casco Antiguo de Pamplona, percatarse de la degradación progresiva que el barrio está sufriendo, similar a la de otras zonas históricas de ciudades españolas. En ese proceso, muchas partes son cómplices:

La clase política, que permite, facilita y alienta -habrá que preguntarse por qué- la implantación de un modelo económico basado en una sola actividad: determinado tipo de hostelería asociado a una forma específica de entender la diversión y el turismo. En lugar de cumplir con su tarea de proteger a la ciudadanía e intentar revertir la situación, le resulta más sencillo y beneficioso aliarse con quienes causan los problemas, impulsando un tipo especial de gentrificación.

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Altas presiones

El sistema nos promete que podemos disfrutar de un buen tiempo permanente: seguridad económica y acceso a cualquier cosa que deseemos… consumir; nuevas oportunidades profesionales que ni tan siquiera imaginamos (¡el mundo cambia rápido!, ¡de ti depende subir al tren o morir en las vías!); una carrera laboral llena de éxitos y puestos de responsabilidad en los que aumentará nuestro salario, disfrutaremos de una privilegiada sensación de poder y de la envidia de la mayoría.

Sin embargo, hay condiciones: tenemos que hacer lo que él nos pida, convertirnos en merecedores de sus bendiciones. Consumir hasta consumirnos, gastar mientras nos desgastamos, acumular (títulos, dinero, cosas) al tiempo que nos vaciamos de vida, pelearnos (ahora se le llama competir) como fieras.

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Criminal 1. Cobarde

Ed Brubaker y Sean Phillips, Criminal 1. Cobarde (2006-2007)

La gente del negocio sabe que Leo es un ladrón, y muy bueno además. El único problema, dicen, es que se preocupa demasiado por respetar sus propias reglas: trabaja solo, no tolera las armas ni las drogas y tiende a huir en cuanto las cosas se complican. Pero la narrativa negra nos enseñó hace tiempo que todo -las personas, la economía, la sociedad- tiene una cara oculta.

Criminal 1 respeta y actualiza con maestría los mecanismos del hardboiled; en especial, recuerda a algunos clásicos del género como La jungla de asfalto, de W. R. Burnett y las novelas de la serie Parker escritas por Donald E. Westlake. Se nota que Ed Brubaker, el guionista, creció rodeado de cine negro, mientras que su dibujante, Sean Phillips, maneja como pocos el ritmo de la narración gracias a un uso medido de los planos -qué importantes son los rostros y las miradas en esta historia- y del tamaño de las viñetas.

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Generar nuevas formas de intervención

A los profesionales de la intervención social nos viene bien salir de nosotros mismos y de nuestra práctica diaria. Así podemos tomar conciencia de las contradicciones que nos afectan, cuestionar los modelos teóricos y organizativos en los que nos insertamos y descubrir aquellos espacios en los que podemos ejercer nuestra libertad para mejorar las intervenciones.

Las ideas de quienes se dedican a la investigación desde el compromiso con el cambio son una valiosa guía en este proceso. Así, la antropóloga norteamericana Peggy R. Sanday cita a Pierre Bourdieu para apoyar su defensa de una investigación social que mantenga “el compromiso ético con asuntos sociales críticos” (Un modelo para la etnografía de interés público, 2013):

La verdadera libertad que ofrece la sociología es darnos una pequeña oportunidad de conocer el juego al que jugamos y de minimizar los modos como somos manipulados por las fuerzas de campo en que nos desenvolvemos, así como por las fuerzas sociales incorporadas que operan desde dentro de nosotros.

P. Bourdieu y L. Wacquant, Una invitación a la sociología reflexiva (1992)

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La renta básica no es el problema

Los interrogantes con los que iniciamos el análisis de cualquier realidad social abren caminos para encontrar respuestas, pero al mismo tiempo ocultan otras posibilidades. Las preguntas que elegimos amplían y limitan, dan y quitan mientras orientan nuestra búsqueda de soluciones.
El punto de vista que asumimos, el paisaje que somos capaces de incluir en la foto de partida, determinará también en qué territorios encontraremos la meta. Por eso, aunque hay problemas para los que conviene utilizar un gran angular y otros que requieren el zum más detallado, conviene mirar de vez en cuando por encima de la cámara para asegurarnos de no perder la perspectiva complementaria.

La forma en que algunos discursos públicos se refieren a la renta básica -ahora en Navarra, renta de inclusión social- es un ejemplo claro de cómo fijar la atención en lo accesorio, siguiendo las premisas de determinadas ideologías, impide descubrir las cuestiones realmente importantes.

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Las cosas que pensamos y no decimos

Cameron Crowe, el guionista y director de Jerry Maguire, escribió el informe completo que el personaje principal de la película, un asesor de deportistas, redacta y comparte con todos los empleados de la empresa donde trabaja.
El texto, titulado The things we think and do not say, es muy interesante, o al menos me lo parece en este momento de mi vida profesional; algo tendrá que ver escuchar hace meses cómo mi jefa me reprochaba no poderme «callar al final la puta boca [sic] cuando no estás de acuerdo con algo». La traducción de los siguientes fragmentos es bastante libre, pero mantiene el sentido original:

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Cazador de sonrisas

Agustín Ferrer, Cazador de sonrisas (2014)

Tengo la suerte de haber sido invitado a participar en una de las presentaciones del cómic más reciente de A. Ferrer, Cazador de sonrisas.
Será el sábado 8 de noviembre, a las siete de la tarde, en Mos Eisley Comics (C/ San Antón, 71, Pamplona). Tras su lectura, se me ocurren cinco buenas razones para animar a comprarlo y disfrutar (mucho) con él:

1. La obra conecta hábilmente con elementos de nuestro imaginario cultural. No hay mejor representación del lado más amable del American way of life que una soleada ciudad de la costa oeste norteamericana en los años 60; gracias al cine, nos resultan familiares el instituto, las barbacoas en el jardín, los coches, el cine de verano, la base militar, el paseo marítimo o los vestidos y peinados de las mujeres… aunque, por supuesto, no estuviésemos ahí hace más de medio siglo.
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Corporativismo y trabajo social

Corporativismo: En un grupo o sector profesional, actitud de defensa a ultranza de la solidaridad interna y de los intereses de cuerpo.

Hace siete u ocho años escuché a una histórica profesora madrileña de trabajo social afirmar en la Universidad Pública de Navarra que algunas cosas solo saben y pueden hacerlas los trabajadores sociales. Al parecer, no creía necesario completar o justificar esa afirmación, que los oyentes debíamos aceptar como una verdad revelada. Por eso, le pregunté qué era, en concreto, aquello que únicamente nosotros estábamos capacitados para realizar. Tras unos segundos de silencio, afirmó con rotundidad -y pareció decirlo así, con mayúsculas y en negrita-: «el INFORME SOCIAL, que es la herramienta exclusiva de los trabajadores sociales». Ahí quedó la cosa: sin más ejemplos, explicaciones ni argumentos. No sé si lo más sorprendente fue la respuesta o la aparente conformidad del auditorio.

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